Se vivió así

Invierno. Nieblas dorondoneras o cierzo despiadado en la fría planicie de la sierra. De la paridera sale el rebaño de rasa aragonesa a pastar de las ontinas, sisallos, abozos y escasas hierbas de yermos y marguinazos. El pastor, su hijo mayor, diez años, otros cuatro en casa con la madre, y Tigre, el perro. Los mardanos de cara arrugada a tozadas por las ovejas en celo. Arriman a los sembrados para no desperdiciar ni una mata. Abrevan en la balseta. Comen la ración de tocino adobado y sardinas en lata al fuego de la caseta del corral. Para dormir tapan las rendijas con fajos de alfalce y extienden paja. El padre se pone unos ladrillos calientes en los riñones, dañados en Sidi Ifni, y tapa al hijo con las mantas. Las ovejas son del amo. Al acabar la semana bajan a casa por comida. De noche aún, vuelta a la sierra. Andando de Robres a Torralba, sierra de Alcubierre, años cincuenta.

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