El instante

¿Te acuerdas del castillo de Loarre? Me llamabas desde las almenas, mientras yo tocaba la guitarra y te pedía la mano. Los turistas nos grababan. ¿Te acuerdas del cura? Nada más verlo adivinaste que por un cochinillo en el mesón y dos botellas de vino nos casaría en aquella ermita románica. Sucedió ayer, aunque no lo creas. ¿Y este Ford Fiesta rojo? Decías que al acabar de pagarlo compraríamos un coche más grande para nuestros hijos y nuestros gatos. Al ver el pantano me pediste que frenase, que el atardecer nos cobijaría para bañarnos desnudos en la playa. Luego, aquel motel en la N-232, y el camino hacia el río desde el que yo te enseñé los nombres de las estrellas… ¿Te acuerdas? Sólo hace un momento que canturreabas la Serenade de Steve Miller: “perdidos en el espacio, el tiempo es nuestro.” Yo sí me acuerdo. Pero vamos por la N-232 y esa furgoneta, surgida de la nada tras la curva, se nos viene encima y no tenemos tiempo de esquivarla. ¿Te acuerdas, mi amor, de cómo nos queríamos?

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