Ausencias

Con 16 años podía dormir un día entero, ahora con 86 la cosa ya ha cambiado. El reloj digital de la mesilla marca las 9, aunque no recuerdo si le llegué a pedir a alguno que adelantara la hora el pasado 26 de marzo. Yo nunca entendí este despertador. Su despertador. Miro a su lado y como desde hace seis años, su presencia sigue faltando.

Abro la ventana y observo las banderas atadas en la copa del mayo, así como el retrato de Ramón y Cajal. Valpalmas, mi pequeño pueblo de las Cinco Villas, casi tan vacio como yo desde que te fuiste.

Mi mente sigue avanzando por el pasado, cuando estas calles estaban llenas de vida, cuando teníamos de todo y si salíamos era para ir al Teatro Principal a la capital. Todos estos recuerdos se ven interrumpidos por varios coches que paran en la puerta. De repente la casa se llena de comida, de primos riéndose, de cuñados comparando vinos, de manos en la cocina y de alegría. Y esto llena el vacío de tu ausencia, porque aunque dure unas horas, ocupa meses.

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