Te has ido

Te has ido. Y no veo ya la ciudad como siempre la he visto.


Si me acerco por la calle Costa, te siento saludándote con media Zaragoza. Aún te reconozco en el café Levante, por la puerta del Carmen, cruzando Independencia, entrando o saliendo de la Audiencia, bajando la calle Alfonso hacia el Pilar...


Hoy Zaragoza me habla de ti a cada paso. Y me habla de esos encuentros diarios con ese pobre de la calle Alfonso cuando, despojado ya del ropaje del reconocimiento profesional pero ataviado con tu inseparable cariño por los demás y el bastón, le ofrecías unos minutos de charla amena, de igual a igual, durante la cual recuperabas el aliento y la fuerza en esas piernas, devoradas ya por la metástasis, para lograr ver un día más a la Virgen.


Hoy, sin ti, para el pobre y para mí, las calles de la ciudad han ganado vida, la vida que regalaste.

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