​Sinfonía nocturna

¡Manuel, busca a Catalina!

El niño entra al boque. Ella está sentada en una rama y respira los olores de los árboles. La noche entra furtiva sobre el cielo y los sapos inician su canto. Uno entona una nota grave, otro lo sigue y después decenas de ellos cantan a coro. La música produce suaves ondulaciones en el arroyo, que sigue su marcha con suave murmullo. Los grillos se suman al grupo, primero con sonidos agudos y después pasan a otros más graves. El viento mece las copas de los pinos.

Catalina intenta oír, ve las bocas de los sapos, el correr del arroyo, las ondulaciones de las hojas, pero su oído no lo consigue, está muerto. De repente, una tormenta se precipita sobre el Valle del Benasque. La lluvia acumula su agua en una hoja, comienza a ceder y cae una gota, y luego otra. Catalina extiende su mano y siente el golpe firme y pausado de la gotera. Es el compás de la lluvia; grita de contento, ¡lo consiguió!, por fin ha escuchado la canción de natura.

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