Elveria

Ocurre más de una vez, pero no te lo vas a creer. Mi abuelo en Zuriza y en Oza, mi padre en Benasque y yo en Panticosa. Más que verla, la oímos… qué narices, la olimos. Sea como sea, pasó, y te repito, no te lo vas a creer. Que yo tampoco creía en hadas, ni en duendes, ni en nada. Y ahora creo en trasgos, elfos y en lo que haga falta. Ella es Elveria, una radiante ninfa de ojos magníficos, y si paseas bajo la luna llena, una noche de San Juan, no creo que la veas. Mi abuelo la encontró en la copa de un árbol, mi padre bebiendo de un ibón, y yo en un pico muy alto. Uno dice que es naranja, otro dice que amarilla, a mí la memoria no me alcanza. No obstante, ninguno dudó, y supimos que hablábamos de lo mismo cuando describimos su olor, una fragancia que nos hizo sentir plenamente vivos, y que todavía no olvido. No la busques porque no la encontrarás. Pero presta atención: cuando necesites valor, el aroma de Elveria te hará descubrir que hay esperanza en cualquier situación.

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