Obsesión

Nada, no dejó prácticamente nada para que pudiera evocarle. Tras varios años juntos, una noche sin venir a cuento me dijo que se iba; cogió sus petates, los colocó en una maleta y se fue arrastrándola con porfía. Su destino lo llevó lejos de Aragón y de mis manos, que aún añoran la suavidad de su piel.


Solo se le olvidó una corbata que él siempre odió, pero que supo ser parte de nuestros juegos amorosos. Estuvo atada a cada centímetro de su cuerpo y del mío a veces, tirante y audaz.


Sé que esto que me pasa podría convertirse en una obsesión pero no puedo parar; creo que necesito ayuda porque la huelo tantas veces al día que temo haber caído en la rinofilia.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión