Tierra de Nadie

Suelo recoger el Heraldo para sentarme sobre él a las puertas del Pilar. Los días de cierzo el frío se cuela hasta las entrañas. Cuando hay suerte, reúno algunas monedas para un vaso de leche caliente y un rato cerca del radiador en el bar de la estación. La calle enseña que cada uno va a su bola, sin importarle el resto de los mortales.


He leído que los refugiados desandan el camino hacia tierra de nadie. Pienso si yo seré uno de ellos: sin casa, sin patria que se ocupe de lo fundamental y sin esperanza de futuro. Estoy por disparar al aire, a lo “Agustina de Aragón”, por si la pólvora es más efectiva para despertar conciencias.


Mientras tanto, los políticos juegan al “no te junto” y al “y yo más” sin arreglar mi causa. Puede que yo no tenga un chusco de pan que llevarme a la boca pero conocí el hambre de la guerra y sé que con crisis o sin ella, esto amenaza con estallar por alguna parte. Al menos, así lo siento dentro de mi cabeza.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión