Marga

Como Marga (así le decía yo) no estaba dispuesta a decir una palabra a esos hombres que entraron de madrugada preguntando por mí, ellos se encargaron de revisar todas las habitaciones del hogar. Ella ante cada interrogante negaba haciendo un mínimo y casi imperceptible movimiento horizontal con su cabeza, que le hacía bailar suavemente su corta y canosa cabellera.


Desconocían y desconocen (me gusta pensarlo en presente, se me dibuja una media sonrisa, formando alguna arruga nueva en mi cara) aquellos hombres acerca de mi partida. Partida. Partir. Partido, así quedé. En dos partes. Mi vida dividida entre Jesús María y Aragón. Jesús María. No hablo de religión. Hablo de un pequeño pueblo, a una hora de Córdoba. Hablo de Argentina. Hablo de un exilio.


Y de encontrar acogida. Para mí y luego para mis hijos, todos españoles. Si me cruzas por la calle encendiendo un cigarro y me miras fijamente a los ojos verás aquella ciudad de Jesús María en mi mirada y podrás ver a mi madre, Marga.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión