Un paseo por Zaragoza

Empezaron a caminar mientras la bruma acariciaba al Puente de Piedra, antes de desparramarse en los alrededores de la Plaza del Pilar. La noche resplandecía calle Alfonso arriba. Al lle gar al Coso se miraron. La luna del uno hizo su trabajo en la pupila del otro y antes de llegar a la Plaza de España, sus ojos se habían enamorado. Decidieron regresar por Don Jaime, permitiendo que que su cuerpos se mezclaran antes de llegar a la Plaza Santa Cruz, y rebasar La Lonja.


Habían dado su paseo de amor por una Zaragoza desierta y decidieron que ya era hora de volver a sus peanas. Cuando se subían, ella pregunto; “¿Algún día lo diremos?. Y el, adoptando su posición erguida, respondió “Solo somos dos leones”. Pero dos leones enamorados, respondió ella. Y se quedaron inmóviles, a la espera que la bruma volviera de nuevo para envolver Zaragoza y permitirles, de nuevo, su paseo.


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