Nuestra propia guerra

Cuchillos, agua y una voz. No es mucho pero así es nuestro estilo.


Estamos hartos de los gabachos. En cuanto pasan por nuestra calle un grupo de franceses se da la señal y los hombres abren las puertas con cuchillos en la mano y las mujeres arrojan piedras desde las ventanas.


Una pedrada, un disparo, cuchilladas, se arrastra al muerto al piso abandonado. Todos vuelven a sus casas. Silencio.


Y todo esto en un momento. Nunca dejaremos de luchar hasta que en nuestros balcones ondeen las banderas de Aragón.


Porque, aunque no podamos contra todo el ejército francés, sí les podemos combatir uno a uno. No hay que huir de la guerra sino aceptarla y dar tu vida por tu tierra y tu gente.


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