​La letra rara

A sus cuatro años, Erik se encontraba en su cole de Sabiñánigo mirando la montaña. Desde su ventana de clase contemplaba el verde paisaje primaveral. Debía escribir su nombre en una hoja, pero estaba atascado y aburrido.


Los demás niños hacía rato que jugaban en el recreo, mientras él seguía allí, sin poder acabar la tarea. La profesora lo vigilaba disimuladamente, no se iría hasta completar sus deberes. ¡Jope!


Todo por culpa de aquella letra rara que no sabía dibujar. Nadie en su clase la tenía en su nombre, no sabían cómo hacerla.


En eso estaba, cuando recordó que su padre una vez le dijo que la "k" era una "c" que se apoyaba en un palito. La haría así. A Erik las "c" se le daban bien.

Sacó la lengua por un lado del labio, cogió el lápiz y comenzó. Siguiendo la cuadrícula de la hoja, escribió las tres primeras letras, y... lo logró. ¡Por fin!


Aquel día Erik se había quedado sin recreo, pero la próxima vez acabaría antes y ya no sería necesario sacar la lengua para escribir su nombre.