Mosica de Nuei

“Cloc-clac, cloc-clac, cloc-clac…”, era lo que venía escuchando Jorge esa noche hacía horas, un sonido persistente y penetrante que se metía hasta en la memoria.


Ahora se oía más cerca, y también unos pasos en combinación orquestal con el sonido “cloc-clac, cloc-clac, cloc-clac…”.


Estaba tenso, sabía que de sus acciones dependían más personas, iba a vivir una gran aventura, no sabía nada más, sólo oía “cloc-clac, cloc-clac, cloc-clac…”.


Entonces se abrió una puerta en la oscuridad sonora con la que llevaba horas escuchando el sonido “cloc-clac, cloc-clac, cloc-clac…”.


De pronto una voz que ya había escuchado antes, una voz cálida y a la vez enérgica que siempre se alzaba dominante sobre cualquier sueño dijo con gran resonancia: “despierta Jorge, que vas a llegar tarde, tus compañeros llevan esperándote hace horas” era la madre que con su acento benabarrense intentaba despertarlo para ir al dance de los Palitrocs en las Fiestas de San Medardo.


¡Todo había sido un sueño!


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