Advertencia

Doña Paula tenía todo tipo de hierbas con las que preparaba infusiones, ungüentos, potingues y fomentos para aliviar los males de los habitantes del pueblo vecino. Tantos hierbajos atraían irremisiblemente a los ratones así que tener gatos era una buena medida para preservar sus tesoros. La anciana mujer disfrutaba mucho de sus felinos a quienes cuidaba, mimaba y consentía; eran su única compañía y el consuelo de su vida casi ermitaña. De la última camada se quedó con una negrita que resultó ser sumamente inteligente y expresiva y a quien Doña Paula no supo qué nombre poner.

Una noche les contó a sus mininos la historia de uno de sus antepasados, un gatazo enorme y negro que murió en la hoguera junto a su ama, acusados ambos de brujería en un pueblo cercano de la provincia de Aragón. Desde ese momento a la gata se le desorbitaban los ojos cada vez que su dueña le decía que si se portaba mal terminaría en una pira. Gracias a ello tuvo al fin un nombre: se llamó Admonición.


Lea todos los relatos que participan en el concurso.