Nueva vida

Hoy hace un año de su portazo, un cierzo afilado me abofeteó de nuevo esta mañana con su despedida. Es probable que su recuerdo haya dirigido mis pasos hasta la ribera. Los leones no han dejado de vigilarme con su mirada de bronce pero yo sólo quería mirar por los ojos del Puente de Piedra, escuchar cómo pasan desbocados agua y cierzo. Sus cuerpos se rozan, salen encendidos de la gran boca, él cabalgando sobre las suaves olas, ella rizada por los dedos invisibles de sus ráfagas. Será así durante unos días, quizás semanas, o puede que se necesite mucho más tiempo para que toda esa agua termine de pasar, como una vida que se vomita.


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