Soledad compartida

Como cada noche después del trabajo buscaba mi soledad con ahínco, era el momento más esperado por mí. Caminaba despacio, observando las luces amarillas de las farolas nocturnas, y pensaba… tenía mucho tiempo, un largo camino hasta llegar a casa.

Observaba la gente marchando cabizbaja, despacio sumida en sus propios pensamientos y mi cabeza daba vueltas imaginando que podía estar pasando por sus vidas.

En un banco del paseo, sentado, encontré un hombre joven pero de aspecto melancólico, nuestros ojos se cruzaron y observé que al igual que los míos estaban empañados de lágrimas. El corazón se me partió, solo yo rompía cada noche este sentimiento, me senté junto a él, sus dedos se arrastraban una y otra vez por la cinta morada de la Virgen del Pilar.

-Estoy solo en el mundo- me dijo.

Sin pensarlo lo abracé, no sé porque lo hice, lo tomé de la mano y en silencio caminamos hacia casa.

Hoy tiempo después, no estamos solos, hay una familia y una gran nobleza en nuestros corazones.



Leer más relatos del concurso de relatos cortos de Heraldo 2015