Resignación

El viento soplaba helador, arrasaba todo lo que osaba desafiarle, todo lo que encontraba a su paso.

Como cada mañana barría con desgana los escondrijos donde el viento depositaba con su arremolinado baile las ocres hojas del otoño.

Su colorido traje intentaba inútilmente alegrar su serio semblante, su infructuoso trabajo intentaba inútilmente ordenar el caos.

De cuando en cuando se erguía, miraba al frente y aspiraba con fuerza la humeante colilla pegada a sus labios. La devolvía a la vida y ésta le devolvía su brillo de ascua .

Maldecía al ver los restos de la fiesta nocturna del juernes.

Pronto sería la hora, el mejor momento de la mañana. Se sentaría en su banco de invierno, al abrigo del viento y frente al sol filtrado a través de las torres del Pilar. Desempaquetaría su sustento, cerraría sus ojos y ciegamente miraría al sol.

Y soñaría que es una hoja volando en libertad, que cada racha la hace avanzar, que recorre a saltos un camino dibujado por el rio, que poco a poco viajaría al mar desde Macanaz.


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