La caza

Me dijo corre o muere. Indudablemente ante esa tesitura existencial, elegí correr. Salí deliberadamente rápido, algo me decía que si no lo hacía con todas mis fuerzas, serían mis últimas zancadas. Al ser tan repentino el cambio que di, empecé a jadear, y notaba un fuerte dolor en el pecho. Tenía que coger rápido el aire, y hacía frío. Me concentré en inspirar y espirar. No quise mirar atrás. Empecé a notar que un animal corría detrás de mí. El paisaje que otras veces era inspirador en las carreras matutinas por la ribera del Ebro, en estos momentos era más que anecdótico. Sentía cada vez más cerca al animal que me perseguía, feroz, con ansía de morder y matar. Yo sólo quería sobrevivir. El cansancio me iba haciendo mella, las piernas empezaban a flaquear. Cuando ya casi me veía alcanzando por esa bestia, casi siendo consciente de mi final fatídico, siendo devorado a dentadas, sentí una fuerza abismal de mi interior. Me di la vuelta y ataque con una fiereza hasta ahora nunca sentida por mí, hasta acabar con el perro adiestrado para asesinar. Fue entonces cuando ya estaba imparable, cuando sabía que ahora yo iba a ser el cazador. Sentía un poder y una energía descomunal. Me convertí en un lobo.


Leer más relatos del concurso de relatos cortos de Heraldo 2015