Los besos del Ebro

Páginas viajaban por el río, cruzaban el Puente de Piedra, pues querían ser libres, libres de letras. Letras mentirosas llenas de palabras rastreras, no deseaban otra cosa que ponerme en contra de todas ellas, de las canciones que tarareé de camino a mi tierra. Del olor de la Seo, de la plaza bendita en la que mis pies descalzos ya no suplican; ya no dan vueltas alrededor de la superficie infinita de la bola de hierro, cuyas miradas extranjeras suscita.


Ya no me refugio en tus brazos, ya no me envuelven tus manos, esas que recorrían a tramos las caricias que un día nos dábamos en Delicias; sin importar la desdicha de las palabras mal dichas, solo eran habladurías de mentes marchitas.



Si es que las ilusiones se las llevó ese tranvía, las perdimos entre las obras realizadas en esos días de grises viernes y hojas dormidas. Ahora viajan por el Ebro, sin más anhelo que perderse en tu cuello, en los abrazos de febrero y los besos de enero; ruego al Mediterráneo para volver a ellos.


Leer más relatos del concurso de relatos cortos de Heraldo 2015