El tren

Le gustaba viajar en el ferrocarril de Utrillas. Admiraba las locomotoras de vapor, negras azabache por fuera y rojo fuego su corazón, bramando a toda potencia en el Puerto de La Puebla de Albortón.

Quedaban atrás territorios como Belchite, con sus ruinas vigilantes en la parte alta del pueblo para no borrar de la memoria la barbarie de las guerras.

Maicas era su destino. El pueblo de ese amor que te enciende el corazón a los 20 años y donde los ojos de Manuel se perdían a través de la ventanilla en busca de la esbelta figura de Nuria, una chica hermosa de grandes ojos negros, costurera que podría pasar por actriz de cine.

El tren se detuvo y una voz le sobresaltó.

- ¡Manuel! despierta que estamos llegando.

No se había enterado del viaje. En cuanto se subió al coche de su hija cayó en un profundo sueño del que Nuria le despertó cuando pasaban junto a la casilla hundida del Encargado de la Brigada y que Santos, el padre de Nuria, habitó durante sus años al servicio del ferrocarril.


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