Epílogo

Fue como el crujido del trueno en la calma antes de la tempestad. Un escalofrío le recorrió la columna, cayó de rodillas y sintió en el estómago cómo se le desprendía la vida. Con su mano izquierda, cuyo puño tantas veces había alzado arengando a sus camaradas, intentó obstruir el inevitable desenlace. Con su mano derecha, sostenía la pluma con la que pretendió escribir una historia diferente para su pueblo. Cabizbajo, dibujó una tragicómica sonrisa, aceptó su destino y levantó la vista. Veía sombras negras en la lejanía, escuchaba el flujo del río a su derecha, el motor de los aviones en la altura, el sonido de los disparos en todas las direcciones. Apuntó, dispuesto a escribir sus últimas líneas con renglones torcidos. El peso de la pluma se hizo insoportable y cayó desplomado. Con su último aliento, se llevó su mano izquierda al rostro, dibujando cuatro franjas rojas en contraste con el tono pálido de su piel, pensando en sus seres amados y en la historia que se quedó en el tintero.


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