Catalejo

De mi padre, marino de la Armada, recibí una gran herencia, un catalejo. Si el barco que se acercaba era amigo, miraba por la lente pequeña y el buque se aproximaba. Si era enemigo, daba la vuelta al catalejo, lo miraba por la lente grande y veía cómo el navío se alejaba.


Ahora lo uso yo, aunque no navego. Consigo traer ante mí a quien me conviene y alejar al que no me interesa.


Hace unos meses, el ejército entró en la villa por la Puerta del Carmen. Desde la torre de La Seo, miré por la lente de más tamaño y el catalejo proyectó a los soldados a cientos de kilómetros del lugar, como si fuera una catapulta.


Ayer vi venir por la ribera a Cajal. Miré por la lente pequeña y el catalejo acercó tanto al doctor, que entró en el hogar y mi tos cesó.


Cuando el reo espera su ejecución, veo acercarse al verdugo. Miro por la lente grande y el catalejo aparta al ejecutor hasta que lo pierdo de vista.


Sin embargo, la muerte, se me acerca un poco cada día, la mire con la lente que la mire.


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