Otoño

Algunas tardes, mientras dormito en el jardín, sueño con él. Aún sigue en la playa, bañado de luz y arena su cuerpo desnudo, joven y bello como un dios.


Hoy, frente a la sierra verdinegra de Algairén, sueño despierta que más allá del tiempo, allí donde habitan los recuerdos, el dormita en otro jardín y sueña conmigo. La brisa trenza mis cabellos y, con el mar en los ojos, besa mi cuerpo de espuma la ardiente arena de su cuerpo.


Desde su refugio en las sagradas cumbres del Mons Cayus, un cierzo helado ha venido de súbito a quebrar la magia, dejando entre mis dedos las últimas hojas del castaño. La mujer de blanco se acerca apresurada y, con gesto adusto, empuja mi silla hacia el porche ya casi desierto.


Nunca podrá imaginar que durante tardes infinitas –rotas todas las barreras- dos jóvenes amantes se encuentran en la eterna playa de mi sueño.