Manicas

Acerco mi mano a su mano y noto que, riéndose, la retira suavemente. Veo que no tengo nada que hacer y mi sentimiento se da por vencido. A menudo, la miro sin darse cuenta y a mi cabeza llegan recuerdos de otro tiempo y se quedan grabados, sin duda, momentos que serán para el después. Ella piensa en la inmediatez y yo busco en el mañana con una extraña mezcla de añoranza, desasosiego, alegría, tristeza, orgullo y esperanza.


Vamos hacia el aeropuerto, camino al futuro quizás. Hace unos años -no tan lejanos, por cierto- me uní a Zaragoza ilusionada por compartir mi vida con esta tierra de acogida y generosidad en la que nacieron mis hijos. Ahora, con libros y muchos interrogantes, ella se va y mientras hago esfuerzos por deshacer el nudo que tengo en la garganta, desde el avión me manda un whatsapp con foto del Ebro y un “Olvidé garrapiñadas”.


De vuelta, tomo fuertermente la manica de Edu como quien agarra su mejor sueño. En Independencia ve a sus amigos y me suelta para jugar.