La estela de la Luna

Sobre la cumbre del Moncayo se cierne, y cae; sigue cayendo. La sigo como encadenado. Camino siempre detrás; a veces te gusta emerger por otro lado y seguir volviéndome loco. Pareces un gajo de niebla, tan nívea. Aguarda, sigo corriendo para besarte esa cara pálida. A veces pienso que ella acaso no quiera. Me mira; me sigues mirando, y yo no dejo de torturarme los pies por ti. Por muy alto que suba nunca te encuentro; por muy bajo que caiga nunca la olvido.


A veces no entiendo qué tengo que hacer para tenernos, y huyo, y vuelves a sonreírme, sobre el agua; ahí la tengo, es tan pálida. El viento me susurra que no estás conmigo. Yo la busco incesantemente, y tal vez ella me busca. Parece que el sol se autodestruya cuando lo miras de reojo. Bajo la cumbre del Moncayo parece mirarme como una niña; no me engañas, aún veo el aura que desprendes. La veré mañana, a medianoche, en el sitio de siempre. Aguarda, sigo corriendo para besarte esa cara pálida.