Ella

Me desperté en mi piso del Paseo Maria Agustín. Eran las tres de la madrugada del sábado y no podía dejar de pensar en ella. Un vago recuerdo de cuando éramos niños no paraba de darme vueltas por la cabeza. El color de su pelo, sus ojos, su sonrisa... Ya ni me acuerdo de su nombre, pero algo hizo que me despertara con ella en la cabeza. Era como un taladro de melancolia, atravesando las paredes de realidad que sostenían mi cordura.


Fui al comedor a buscar algo que beber y por el pasillo apareció mi gata con su ratoncillo de juguete en la boca.


Abrí el frigorífico. No había mas que una botella de coca-cola, un tetrabrick de zumo de naranja, vino y alguna lata de cerveza por los estantes. Cogí un vaso y me eché el poco zumo que quedaba en el tetrabrick. Me tomé una pastilla para dormir y me fui a la cama.


Aún seguía pensando en ella.