El gato Goya

Compro un gato siamés en una tienda del casco antiguo después de convencer a mi mujer de la necesidad que tengo de compañía una vez jubilado y sin amistades.


El día es muy largo para estar solo y yo soy muy casero. Es el único gato en la tienda. Lo meten en una caja de cartón a la que previamente han realizado unos agujeros para que respire y la aseguran con una cuerda.


Cuando mi mujer lo ve, pregunta: "¿Qué es eso?". "El gato del que te hablé", le recuerdo. Inesperadamente, el gato levanta la cabeza, nos bufa y dice con voz chillona: "Si no soy bienvenido prefiero regresar a mi jaula de la tienda".


"Pensaba llamarte Goya, en honor al célebre pintor aragonés", le digo, repuesto del susto.