Sería fácil

Los dos años que llevaba en el paro le habían ido minando las fuerzas y las ganas de vivir. Cansado de buscar un empleo sin resultado se había lanzado a la vorágine de dejar pasar un día tras otro, sin más aliciente que esperar la llegada de la noche para que, perdido en la inconsciencia, pasaran las horas más deprisa.


Acabada de despedirse de ella y sus ojos azules vivarachos le habían atravesado el alma. Era todo lo que tenía, esa mirada infantil y risueña. Todavía podía sentir sus bracitos delgados rodeándole el cuello al tiempo que le rogaba. "No te vayas, papi".


Luego se había acercado al puente de Piedra, tras la majestuosa basílica del Pilar y mirando pasar el Ebro con una furia inhabitual, un deseo se apoderó de él ¡Sería fácil acabar en un momento con todas sus frustraciones!


Se encaramó sobre la barandilla y se dispuso a saltar.


Y hubiera saltado a no ser porque de repente recordó los ojos azules vivarachos de la niña.