Junio '36

Desde la habitación donde se aloja en la Parte Vieja, Florencio camina por la calle empedrada hasta asomarse a la bahía. Aquí vio el mar por primera vez, hace tres meses. Grupos de mujeres bajan a la playa cargadas de niños y de bártulos. Al fondo la Isla, que se ha prometido conocer en verano.


Llega a la plaza, un espacio rodeado de hoteles señoriales y que acoge una multitud expectante. La banda de música termina de interpretar los himnos y los dos alcaldes suben al estrado descubriendo un mármol que dice plaza de Zaragoza. Hablan sobre la amistad entre ambas ciudades y de cómo, durante el verano, las clases acomodadas de la comarca, huyendo del calor, ocupan villas y apartamentos de esta hermosa ciudad. Lo repiten varias veces.


Florencio se siente irritado. Trabaja de camarero y tras la ayuda a su familia justo le llega para la cama. Hay otros muchos como él. Un bando de gaviotas sobrevuela la plaza en un cielo ahora oscurecido.