Asoladas soledades

Recuerdo los silencios, aquellos tiempos en los que no había nada, una nada que llenaba el horizonte. Extensas soledades que te secaban el alma. Silencio y soledad, silencio y luz.


Aquel niño sin apenas conciencia que llenaba sus pulmones de soledad. Soledad que emanaba de la tierra y producía espejismos. Aquel niño respirando espejismos en la quietud de la tarde, sentado a la sombra de la tapia mirando el horizonte. En toda la llanura ni un ser vivo, en todo caso, alguna de esas cogulladas sin hermanas correteando en la huebra. Así, horas infantiles mirando a lo lejos. Miembros delgados de niño, siempre tostados por el sol, sucios por la ausencia de agua, balanceados en el eterno sosiego del tiempo. Ojos intensos mirando lo de siempre, aquel horizonte que confirmaba su quietud. Solo incipientes obsesiones como mundo que escuchar.


Así nació mi conciencia. Ese fue el panorama de mi infancia monegrina.