Apagón

Se va la luz. Y el microondas a medio calentar un plato de borrajas. Afuera, un murmullo como de gol en contra y de seguido el silencio total. En mis oídos retumba una sinfonía de electricidad ciega. Mis ojos buscan un punto de luz al final del pasillo y atisbo la faz de mi mujer, la que sabe dónde están las cosas, que asoma iluminada en aparición bendita sosteniendo un par de velas aromáticas.


Aloe Vera dota de vatios a la oscuridad y me permite ver el blanco de sus ojos. El contorno de su cuerpo umbrío me transporta al verano donde nos conocimos tomando unos horribles chupitos en Salou. La foto que lo prueba cuelga de una ristra en el baño y en el álbum “playa” del Facebook. Yo la llevaba a caballito trotando de arriba abajo los Slammers hasta que tropecé con un borracho vomitando y la lancé contra un Seat Ibiza. Ella se partió un diente y al coche no le pasó nada. Menos mal, porque era el mío.


Y tras tan romántico recuerdo , se arrima al sofá, choca conmigo y suelta: ¡Ahí va de ahí!