Bajo la sombra de sí mismo

Apenas se vislumbraba luz alguna, sentado entorno a la lumbre del hogar, frotaba mis manos intentando retener el calor de la lumbre. Tomás, el viejo profesor, respiraba sus últimos días en las oscuras paredes del colegio.


Yo sentía especial cariño. A diario le ayudaba a prender las estufas de carbón, tarea dura como fría, pero reconfortante al escuchar los comentarios que seguían a mis preguntas. Entre los chasquidos de mis dientes, no perdía un momento para indagar en su vida y conocer a través de sus palabras, lo que yo no podía siquiera imaginar en Griegos, mi pueblo.


No era fácil concebir una vida más allá de la frondosa sierra que lo rodea. Todos conocíamos de él su nombre, pero poco más, era su voluntad. Tal vez, cada uno de nosotros, con nostalgia, recordamos todavía en la retina, la sombra de un viejo profesor.