El dios

El dios curvó su cuerpo para desgastar los márgenes del cauce. Se sentía pesado, pleno después de los deshielos. Era gratificante saber que, pese a todo su empeño, los humanos todavía no lo habían podido domeñar.


Lanzó a los siluros contra los cimientos. Solo una embestida. Un poco cada vez. No habían nacido en su seno, pero habían resultado una especie muy conveniente.


Se entretuvo en trazar los remolinos.


No tenía prisa. Era eterno. Era Hiberus.


Y cuando la primera de las torres de aquel altar que llamaban "Pilar" cayera, retornarían las ofrendas y los hombres pronunciarían su nombre con reverencia.