Agua y aceite

Comenzó cerca del Palacio. Fingiendo ser príncipe y princesa esos niños se hicieron inseparables por los jardines de aquél. Mientras ondeaban al son del viento pinceladas amarillentas y rojizas, huían de dragones inventados por el foso del castillo.


El tiempo pasó y se creían protagonistas de esa leyenda de amantes. Presumían del récord del mundo en quererse y siguiendo la moda del momento grabaron sus iniciales en un candado que pensaban quedaría cerrado para siempre. Testigo de su romántica acción, un horizonte anaranjado y quince torres adornadas por pajaritas de papel.


Sellaron el momento con un beso imitado reiteradamente a lo largo de la ribera de la caja fuerte donde habían depositado su futuro. Un camino sin baldosas amarillas aunque regido por el fuero imperativo de un amor inmortal. Pero el azar es caprichoso y esos ojos color aceituna ya no tienen su reflejo. Esos cabellos enredados por el cierzo se esfumaron de su recuerdo. Y hoy solo puede decir que son agua y aceite.