Tiempos modernos

Francho se levantó de mala leche, era domingo, pero el sábado había tenido que ir al Pirineo, invitado a comer un cocido montañés que resulto ser grasiento y pesado, le había sentado fatal, pasó la noche con retorcijones y para postre había revuelto toda la cocina para encontrar una bolsita de manzanilla, que era lo que mejor le templaba el cuerpo, pero no hubo manera, encontró todo tipo de tés; verdes, con frutas, rojos, negros.., pero manzanilla, nada, decidió salir hasta el Ebro para relajarse y parar en algún bar que aún sirviera la deseada infusión.


Ya en la calle Alfonso sintió como un golpe húmedo en el pescuezo y pensó que para arreglar el día le había caído una mierda de paloma, pero al instante comprobó que comenzaban a caer gotas de lluvia gordas como cerezas y corrió a protegerse por una calle lateral.


Encontró un bar abierto.

-Una infusión de manzanilla, por favor.

El camarero, con rastas hasta la cintura, se le quedó mirando fijamente.

-¿Y eso qué es?