Nostalgia

¡Aragón! ¡Aragón! ¡Aragón! Gritaban voces que salían del corazón llegando hasta las gargantas. Voces que clamaban con las manos unidas, con los sentimientos entrelazados, con la fe en un futuro común. Eran los años setenta. Se gritaba en las calles, en los polideportivos, en las plazas de toros. Siempre bajo la atenta mirada de los grises y de la policía. Mirábamos al futuro con esperanza.


Creímos alcanzar la meta. Creímos llegar al horizonte. Pero había otras metas detrás. Había otros horizontes más lejanos. ¿Aquel espíritu se perdió en la maraña de boas, decretos, órdenes? ¿O no? ¿Aún queda algo de aquel ¡Aragón!?


Quizá hoy también se diga: Aragón, Aragón, Aragón. Pero con la voz más queda, más baja, más ronca. No sea que despertemos e importunemos a los que nos cuidan desde otros sitios. Sólo cuando a alguien le quieren quitar el pan, la tierra, la vida,… se oye retumbar con fuerza el grito ¡Aragón!

A pesar de todo ¡Sigamos!