El guardián del pueblo

Como cada mañana, se levantó temprano y respiró ansioso el aire puro de la Ribagorza. Tenía todo el pueblo para sí. Tenía una montaña, un prado, un valle y sus animales como única compañía. Tenía el agua clara, el cielo limpio, los caminos y todo el bosque para cuidar y admirar. No era tan malo ser el único habitante de Llagunas, pensaba cotidianamente.


Su pasión era mantener vivo el recuerdo de sus antepasados y el cariño por la naturaleza. Mimar su pueblo. Conservarlo. Vivir en él. Incluso fue el primero en las labores para sofocar el incendio de Castanesa. Todas sus pertenencias peligraban y no lo iba a permitir.


Allí sigue, como guardián eterno de la magia multicolor de su bosque materno. Y cuando lo vayas a visitar, será quien con el alma en la mano y los ojos risueños te relate lo que acaece en el valle; las cosechas; sus compañeros de viaje, sus fieles perros; las familias que aún perduran en esa agreste vida. Una vida que cada mañana le regala la naturaleza y que acepta con pasión.