Las Ruinas

Ya las hojas de los álamos mudaban la color, por el camino del desaparecido tren de Utrillas, en una fría tarde de otoño.


Miré la vieja estación, y la visión de sus ruinas me trajo el recuerdo de un tiempo pasado, donde la vida, la vida más auténticamente humana o divina: la vida de las emociones y los sentimientos, como si de un virus más se tratara, se reproducía sin freno, bolligando sin pausa en cada molécula, en cada átomo del entorno.


Se fue el recuerdo, ahuyentado por el graznido de un cuervo. Miré de nuevo las ruinas de la vieja estación del tren de Utrillas, y una profunda y triste melancolía prendió en mi ánimo. Las hojas de los álamos mudaban la color y el Sol se ocultaba tras los viejos alcores sin aristas. Me sequé las lágrimas con un pañuelo y me fui caminando lentamente hacia el pueblo, triste y abatido, por el camino del desaparecido tren de Utrillas.