Catachán
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Aún hoy, se habla de ti en la Ribera Baja del Ebro.
Nadie como tú se desenvolvía en las artes de la pesca fluvial. Conocías todas y cada una de las pozas y recodos del río Ebro a su paso por Velilla de Ebro. En plena posguerra aunque no llegase comida al pueblo, la atrapabas a manos limpias
para alimentar a los tuyos durante aquella escasez.
Éste fue uno de esos días.
Al anochecer bajaste a la orilla del río, te despojaste de toda tu ropa y la ocultaste en el cado de siempre. Ya inmerso, atravesaste las viejas mini-cuevas horadadas en la caliza del cauce que eran la trampa natural para tus capturas; mas ese día, iba a ser diferente: ¡La presa serías tú!
Intentaste volver a ver la luz del Sol pero las corrientes te impedían localizar la salida. Todo el pueblo te dio por muerto. Empero, al cuarto día: ¡La campana de la Ermita de San Nicolás tañó!
Saliste en piel de estrellas cuando el insomne cura, de paseo, te vió y dio fe de tu hazaña ante la incredulidad de todos:
¡Que sí, que Catachán no ha muerto!