Fantasía y bondad

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Con parsimonia de lava se derrama la noche. Imagina que Goya se alza del monumento para decirle: La fantasía abandonada de la razón produce monstruos, pero unida a ella es la madre de las artes. Llegando a la Plaza del Pilar, junto a la Basílica, unos operarios la cruzan con un espejo enorme; dentro, Buñuel y Saura, filman a Miguel Servet, a Baltasar Gracián y a Ramón J. Sender bailando una jota mientras Agustina de Aragón dispara unas salvas a la luna que sigue impasible orbitando en el reflejo. “Zona Wi-Fi”, lee el joven. Se sienta en el banco de la noche y abre el portátil. Cuando le llega un correo electrónico, lo primero que piensa: "es un troyano", pero ya ha dado el clic. ¡Es de La Pilarica! Y reclama una trasfusión de sangre urgente para los universales Gandhi, Martin Luther King y Santa Teresa: hermanados, se están desangrando por cómo el mundo ha quedado. El adolescente más humano que nunca hunde su mano en el pecho como si fuera mantequilla y arrancando su corazón lo ofrece a la Virgen. Éstos, recuperando sus constantes vitales, reaccionan, y devuelven el corazón joven, no es descortesía: es que se necesitan nuevos Embajadores de esta índole en la Tierra.


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