Heraldo del Campo

Los chopos cabeceros del Jiloca lanzan un SOS

Esta especie arbórea está en regresión y diferentes colectivos piden su recuperación en Teruel.

Una de las más extensas áreas de chopos cabeceros se encuentra en el valle del Pancrudo
Los chopos cabeceros del Jiloca lanzan un SOS
Antonio García

Como un producto más del campo, los agricultores de la zona del valle del Pancrudo, en la comarca turolense del Jiloca, realizaron hasta mediados del siglo pasado un intenso laboreo agroforestal en las extensas áreas de chopos cabeceros. Sus ramas sirvieron durante lustros para construir vigas para las casas, así como para suministrar leña. El ramaje se usó como forraje. Todo se aprovechaba en este tipo de álamo, surgido por la acción del hombre y cuyo característico tronco abultado a una altura de dos metros del suelo se debía a una poda continuada –cada doce años– en la parte del árbol a la que no podía acceder el ganado. De esa forma, los brotes nuevos no podían ser dañados por el apetito voraz de los animales.


Las hileras de chopos cabeceros, o trasmochos, como se les denomina en otros países de Europa por la explotación forestal a las que se les somete –escamonda–, llegan a ocupar arboledas lineales de hasta 30 kilómetros de continuidad en el valle del río Pancrudo. Constituyen el único ecosistema verde en una gran porción del territorio turolense, surcados únicamente por campos de cereales.


La supervivencia de estas masas forestales corre, sin embargo, un grave peligro. La regresión demográfica que ha sufrido el mundo rural turolense en los últimos años ha paralizado el aprovechamiento de los chopos cabeceros. Los expertos dicen que cuando se abandona la escamonda "se producen fallos estructurales" que comienzan secándose las yemas terminales y acaban desestabilizando las grandes ramas por su peso o por el viento. Como consecuencia, es frecuente la caída de los árboles o el desgarre del tronco.


Desde hace seis años, un grupo de naturalistas, ligados al Centro de Estudios del Jiloca, organiza la Fiesta del Chopo Cabecero, que el pasado día 25 tuvo lugar en Blesa y Huesa del Común. El objetivo es concienciar a la población sobre la importancia de la conservación de estas arboledas. "Es un árbol muy desconocido –señalaba Chabier de Jaime, profesor experto en este tipo de álamos y uno de los organizadores de la fiesta del chopo–. Pocos saben el valor ambiental y cultural que tuvo".


De Jaime sostiene que estos seis años de promoción han logrado, al menos, tener mayor apoyo popular. De hecho, la página de facebook creada para divulgar los valores de esta especie arbórea ya cuenta con 600 seguidores y con vínculos con otras asociaciones europeas en cuyos países también disponen de áreas salpicadas de especies de trasmochos. El experto sostiene, no obstante, que la solución es "compleja" y agrega que hay regiones en Inglaterra o Francia donde se extienden grandes superficies de fresnos, hayas o robles que han sido objeto de escamondas y que cuentan con mayor protección.


Además de un inventario, elaborado hace ya varios años en el valle del Pancrudo en el que se contabilizaron más de 20.000 ejemplares, el colectivo de amigos del chopo cabecero reclama "gestión". "Que la Confederación Hidrográfica del Ebro asuma su responsabilidad, como órgano del que dependen los cauces hidrológicos", puntualizó Chavier de Jaime. Muchos de los chopos que se extienden por la cuenca del Jiloca ya han perdido su turno de poda. Son irrecuperables. Pero De Jaime asegura que en muchas zonas del Pancrudo, Alfambra, Guadalope y Martín aún es posible su rescate. Es en estos enclaves donde, a juicio del profesor, se debería "mantener la escamonda", e insiste en que "merece la pena su recuperación porque forman parte de un paisaje exclusivo". Uno de los aspectos que no se ha abordado es su explotación turística, máxime cuando las mayores concentraciones de chopo cabecero de Europa se encuentran en Teruel.


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