Heraldo del Campo

El fuego bacteriano se queda sin enemigos en Aragón

Un proyecto que buscaba introducir variedades resistentes a la enfermedad queda paralizado.

Un frutal afectado por fuego bacteriano
El fuego bacteriano se queda sin enemigos en Aragón

El "drama" que hace apenas dos años denunciaban solo los agricultores de la comarca de Calatayud ha acabado convirtiéndose en un "mal crónico" para todos los productores de frutas de Aragón. El fuego bacteriano, enfermedad producida por una bacteria que seca las hojas de los árboles y necrosa sus frutos hasta la pérdida total, se ha quedado definitivamente sin enemigos en la Comunidad debido a su virulencia.


La enfermedad, que en sus primeras incursiones en territorio aragonés en 2011 afectó a 1.000 hectáreas, de las que un 10% quedaron arrasadas, pasó de ser un brote específico en los perales bilbilitanos a una afección imposible de erradicar una vez implantada. La DGA anunció a finales del pasado año que debido a la aparición de nuevas zonas afectadas y la imposibilidad de encontrar una cura al fuego, todas las comarcas perderían la condición de zona protegida -con opción de recibir subsidios por planta arrancada- ante la incapacidad de pagar las ayudas que estas supondrían.


Sin embargo, y pese a la anunciada derrota contra la enfermedad, agricultores y administraciones unieron fuerzas en octubre del año pasado para empezar a investigar nuevas variedades que fueran resistentes a la bacteria. Un proyecto, "que puede proporcionar la opción de no tirar toneladas de fruta en toda la Comunidad", según señala Francisco Ponce, representante de Uaga en Calatayud, que explica que desde que en diciembre el Ayuntamiento cediera la parcela elegida para las pruebas a la DGA para que se comenzara a investigar, "el terreno ha estado abandonado".


El proyecto, que consiste en una pequeña extensión de 1,3 hectáreas en las que se debería haber plantado pera Elliot, una variedad de pera que ha resistido bien al fuego en Francia, ha quedado obsoleto, según lamenta Ponce, "por la indecisión de cooperativas, administraciones y agricultores y una lentísima burocracia".


"Los problemas para ponerse de acuerdo, y saber quién quería apostar por una u otra variedad -que requieren el pago de regalías- ha detenido la investigación, que en un principio, cuando se estaba moviendo exclusivamente entre agricultores de la zona, parecía bien encaminada", señala el sindicalista.


Ahora, y a la espera de ver los efectos de la enfermedad esta campaña, desde Uaga se lamenta que "el tema ha quedado enterrado para todo el mundo", estableciéndose ya la costumbre de arrancar la planta en el momento en el que se empiezan a ver los primeros síntomas de la enfermedad, en cuya prevención radica ahora mismo la única alternativa.