Cuando era pequeño, a German García le encantaba ir a buscar caracoles por las fincas de su pueblo, Cella, localidad de la provincia de Teruel donde estos moluscos gasterópodos gozan de gran fama. Poco a poco, la afición se viró en una posible salida profesional y hace tres años, concretamente en septiembre de 2014, se transformó en el reto de su vida, ya que puso en marcha una granja de caracoles en su localidad natal.

Un proyecto que lleva por nombre Caracoles Mudéjar, y que no hubiera sido posible sin el apoyo de su pareja, Patricia Val, quien, aunque ha trabajado durante unos años en el campo de la hostelería, en los últimos meses está estudiando un grado de Producción Agroecológica a distancia en Santander, ciudad donde cada mes se desplaza durante 4 días para realizar prácticas. Y todo ello, con la intención de convertir esta granja y la superficie hortícola que la rodea en una explotación ecológica.

«Es un proyecto en el que hemos puesto toda nuestra ilusión, nuestro dinero y nuestro esfuerzo. En ningún momento recibimos ayudas o subvenciones, solo tenemos un préstamo del banco del que nos quedan algunos años por pagar. Al principio del proyecto nos pusimos en contacto con algunas entidades pero o los plazos se habían pasado o no cumplíamos con los requisitos», matiza Germán, quien para poner en marcha esta granja se estuvo formando en helicicultura en Ciudad Rodrigo, en la provincia de Salamanca.

Con la teoría aprendida, Patricia y Germán arrancaron este proyecto, una «aventura en la que confiábamos, pero para la que no habíamos realizado ningún estudio previo de mercado», indica Patricia, quien recuerda los arranques en un «invierno muy duro, en el que trabajamos de lo lindo».

Al principio tenían que acondicionarlo todo, colocar la estructura, las telas, las sirgas, los pasillos y poner en marcha el depósito y sistema de riego. Todo tenía que estar listo para la llegada de los alevines en primavera.

«Queríamos que nuestros pequeños caracoles se amoldasen y viviesen como en un hotel de categoría superior. Pero, como buenos novatos, nuestro desconocimiento hizo que al llegar los caracoles no tuviéramos suficiente hierba crecida para que se refugiaran y, aunque teníamos algunos refugios, muchos murieron. Nuestro primer año, como era de esperar, fue flojito», recuerda la joven emprendedora.

Presencia en la red

Con la experiencia como mejor maestro, el segundo año, temporada primavera-verano del año 2016, además de mejorar las infraestructuras, realizaron un estudio sobre las plantas idóneas para que estos caracoles se alimentaran y pudieran vivir.

Así, poco a poco, los moluscos gasterópodos de Patricia y Germán fueron conquistando mercado, sobre todo vecinos de la zona y algún establecimiento de restauración que se decantó por su producto como delicia gastronómica. Y, en los últimos tiempos, su presencia en la red, donde tienen canal abierto en Facebook, Twitter e Instagran, así como página web www.caracolesmudejar.com les está abriendo nuevos mercados en otros lugares de España.

«También hemos participado en el mercado medieval de Rubielos de Mora, mi lugar de nacimiento, donde además de venderlos vivos hacíamos raciones que tuvieron un gran éxito. Así, esta segunda temporada ha sido un poco mejor, pero aún no hemos conseguido producir la cantidad esperada», apunta Patricia, quien recuerda que cada día pasan una media de 6 horas en la granja, atendiendo las necesidades de estos animales.

Y, por si esto no fuera suficiente, en ocasiones vuelven por la noche a dar una vuelta y ver cómo están y todo esto con el sueño de que Cella sea un referente en la producción de caracoles.

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