Heraldo del Campo

Accidentada profesión

La siniestralidad del sector agrario ha tomado una peligrosa senda alcista. CEOE Aragón ha elaborado un estudio que recoge su peculiar casuística.

Imagen de unos bomberos, junto un tractor volcado
Imagen de unos bomberos, junto un tractor volcado
DPZ

Dice la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que el sector agrícola y ganadero es, junto con la construcción y la minería, una de las actividades laborales más peligrosas. Resulta complicado, sin embargo, conocer con exactitud las cifras de su siniestralidad. No tanto porque no haya datos (que los hay), sino porque las estadísticas reflejan una verdad a medias.

Y es que en un sector formado por autónomos, que, por lo tanto no están bajo el amparo de la Ley de Riesgos Laborales, gran parte de la actividad carece de evaluación de riesgos y, como consecuencia, las medidas preventivas tampoco son aplicadas de manera adecuada. Y lo que es peor, cuando uno de ellos tiene un posible accidente laboral no se contabiliza en los cauces habituales. Menos aún, como sucede en numerosas explotaciones, entran a formar parte de las estadísticas la siniestralidad laboral que sufre el hijo, la mujer o el sobrino que ayuda en la explotación familiar.

Pese a todo, las cifras disponibles hablan de un preocupante crecimiento de accidentes en el sector primario. Unos datos por los que el Observatorio Estatal de Condiciones de Trabajo ha calificado la actividad agraria como prioritaria para el desarrollo de políticas preventivas eficientes que permitan reducir el elevado número de siniestros.

Esta preocupación también existe en Aragón. Con este escenario de fondo y dentro de las acciones en materia de Prevención de Riesgos Laborales incluido en el convenio de colaboración firmado entre el Gobierno de Aragón y la Confederación de Empresarios de la Comunidad, se enmarca el estudio realizado por la patronal aragonesa (CEOE). Un informe para analizar las causas que explican la siniestralidad del sector –en clara tendencia alcista– y el impacto que dichos accidentes provocan en la sociedad para proponer acciones y medidas que contribuyan a extender una necesaria cultura preventiva, ahora escasa, que consiga reducir tan elevadas estadísticas.

Para ello se ha realizado todo un trabajo de campo. Se ha dado voz a aquellos que mejor conocen el sector y sus riesgos. Han participado agricultores, cooperativas, organizaciones agrarias, regantes, delegados de seguros agrarios, servicios de prevención de mutuas, talleres de distribución y reparación de maquinaria. Y lo han hecho en talleres específicos por cultivos (cereal, alfalfa, olivo, vid, almendra o fruta) que tuvieron lugar en Ejea de los Caballeros, Alcañiz, Cariñena, Huesca, Barbastro y Fraga.

La siniestralidad del sector agrario parece tener personalidad propia. Su comportamiento es completamente distinto al del resto de sectores y no precisamente para bien. En 2015 (última fecha utilizada en el estudio realizado por CEOE Aragón), los accidentes que se produjeron mientras se realizaba la labor en el campo se incrementaron de manera global en más del 14%. Existen otras cifras no menos preocupantes. De los 12.484 accidentes registrados en Aragón en 2015, un 7,88% correspondieron al sector agrario. El porcentaje es más que significativo porque dado que el peso específico del sector en la Comunidad no alcanza el 6%, la incidencia de la siniestralidad supera en más de un 30% el peso específico del sector.

Es un suma y sigue, porque las estadísticas relativas a 2016 no permiten la relajación. Según los últimos datos del Instituto de Seguridad y Salud Laboral de Aragón (ISSLA) y del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), el pasado año se produjeron en el sector agrario un total de 1.101 accidentes laborales, y aunque no hubo movimiento algún en el número de siniestros mortales, tanto los leves (1.085) como los graves (13) volvieron a crecer significativamente.

¿Cuáles son las causas? La primera y principal, las características propias de la actividad en Aragón, que dificulta la formación y la generación de una cultura preventiva en el sector. Pero tiene también cierta responsabilidad el propio legislador. «La Ley de prevención se hizo pensando en las grandes empresas y en la construcción por lo que establece una serie de actuaciones y requisitos que tienen difícil traslado al sector agrario», explica Loreto Beltrán, responsable del área de Prevención de CEOEAragón y coordinadora del estudio.

Primera dificultad. El agrario es un sector formado esencialmente por autónomos, un colectivo que no está bajo el ámbito de esta ley, que se suelen ayudar del trabajo de los familiares (cónyuge, hijos u otros parientes consanguíneos), «a los que no aplica la ley porque no los entiende como asalariados».

Además, cuando realiza contrataciones suelen ser pequeñas en volumen y cortas en duración. «Cuando no estás obligado a aplicar la ley en tu propio puesto de trabajo es complicado que sepas que si contratas a dos personas, aunque sea para dos días, no solo tienes que aplicar una serie de medidas sino que además hay que formar en prevención de riesgos a esos trabajadores y hacerlo durante la jornada laboral», detalla Beltrán. «Es difícil de asumir», señala la técnico, teniendo además en cuenta que no hay una fidelización de los trabajadores y que si el agricultor de al lado les ofrece unos euros más al día siguiente ya han cambiado de explotación.

Otro de los obstáculos para el avance de una cultura preventiva es el envejecimiento. «Esto afecta por dos motivos», destaca Beltrán. Entre la población de mayor edad los problemas de salud son diferentes, y el campo y las condiciones climáticas a las que está expuesta esta actividad exige unos esfuerzos físicos que afectan a la salud. Además, «es más difícil el cambio de actitudes y la forma de trabajar entre los más mayores», señala.

Se trata igualmente de un sector con elevada contratación temporal. Sus empleados suelen ser en la práctica totalidad extranjeros, muchos de los cuales llegan a España «sin tener ni idea del idioma», con lo que, explica Beltrán, es muy complicado que entiendan los conceptos básicos de prevención. Además si proceden de países menos desarrollados, la percepción del riesgo es inferior y por eso resulta difícil implantar medidas preventivas cuando no ves el peligro. Así lo detalla Beltrán, que reconoce que una actitud similar se produce en los países mediterráneos, incluida España, si bien la situación ha ido mejorando con los años a base de normas y concienciación.

Hay motivos religiosos que también inciden en la siniestralidad. «Muchos de estos temporeros son musulmanes, que durante el ramadán no pueden comer ni beber. Si están subidos a un árbol, los desmayos y las caídas están a la orden del día», señala Beltrán, que reconoce que en empresas grandes está situación se solventa cambiando de tarea a estos empleados, pero en las pequeñas explotaciones «no se lo pueden permitir».

No solo en el tractor

La más numerosa y más grave siniestralidad del sector agrario es aquella en la que juega papel protagonista la maquinaria y, sobre todo el tractor, cuyo vuelco suele siempre tener consecuencias dramáticas. Pero «hay otros muchos accidentes, lo que sucede es que como no son tan graves, no crean alarma social y no son tan visibles», señala Beltrán.

Prueba de ello son los numerosos riesgos a los que se enfrentan los trabajadores de este sector que saca a la luz el informe elaborado por CEOE Aragón. Lesiones en los ojos por golpes de ramas, cortes en los dedos con herramientas, caídas y torceduras al bajar del tractor porque el suelo está mojado y resbala, e incluso sordera producida por acercarse demasiado al motor para comprobar su funcionamiento, por no hablar de las erupciones causadas por el uso de fitosanitarios.

También evidencia, para sorpresa de muchos, que basta con tener 14 años para conducir un tractor –sin carnet– dentro de una explotación, al que además se le puede enganchar un apero que puede llegar a pesar 4.000 kilos. «Se está conduciendo un peso superior al que llevan los conductores de trailers y, sin embargo, generalmente no se ha hecho formación específica alguna», señala la técnico, quien insiste en que «falta mucha información», porque los accidentes más graves se producen por no combinar adecuadamente el tractor con los aperos o por prescindir de determinadas medidas de seguridad «para trabajar más cómodo o con mayor rapidez».

Propuestas

El estudio realizado por la patronal, cuyos resultados han sido ya trasladados a la Dirección General de Trabajo, no solo refleja la peculiar casuística de la siniestralidad de este sector. Recoge además recomendaciones para intentar reducir los accidentes.

Entre ellas se propone la creación de «una especie de tarjeta o carnet» que acredite que el trabajador tiene la formación y la cultura preventiva necesaria para realizar dicha tarea. Se apuesta además porque sea una institución –por ejemplo, la delegación del Gobierno (de forma similar a cómo se ocupa del alojamiento de los temporeros)– la que realice dicha formación. Y que el empresario contribuya mediante una cuota. «De esta forma se consigue que el empresario agrícola cumpla con la responsabilidad que le otorga la ley sin que sea gravoso para un sector que tampoco tiene gran margen de beneficio», señala Beltrán. Una formación que ha de ser «cercana, eminentemente práctica, de corta duración y realizada ‘in situ’».

La técnico de CEOE Aragón reconoce la necesidad de que «la Administración se acuerde un poquito del sector». Y es que, señala, la contradicción entre normativas está también en el origen de las dificultades que encuentra aquel que quiere hacer las cosas bien, que termina por olvidarse de la prevención si cuesta mucha burocracia y más dinero. «El sector quiere seguridad, pero también que tenerla sea fácil», dice.

Distorsiones en la estadística

Condición de autónomos. La gran cantidad de autónomos que trabajan en este sector hace, por una parte, que se distorsionen los datos oficiales de siniestralidad ya que sus accidentes no se contabilizan en las estadísticas habituales. Además, y como no están bajo el ámbito de la ley de prevención, provoca que dado que contratan de forma puntual a los trabajadores, estos autónomos no son conscientes de que en ese casi sí se aplica la normativa preventiva.

Accidentes de tráfico. Este tipo de siniestros en el sector están ocasionado generalmente con maquinaria agrícola, pero se consideran de manera diferente a los tráficos de otros sectores que van en coches.

El taller en casa. La crisis ha afectado al mantenimiento de la maquinaria y cada agrícultor tiene en la cochera de su casa un «taller» donde realiza diferentes reparaciones, en que caso de generar un accidente se contabilizan como enfermedad común.

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión