Heraldo del Campo

Trashumancia, mucho más que un viaje

Más de 9.000 cabezas de ganado ovino y bovino de la Sierra de Albarracín están haciendo este mes la trashumancia por la Cañada Real Conquense.

Ismael Martínez, con parte de su rebaño, en un tramo de la Cañada Real Conquense.
Ismael Martínez, con parte de su rebaño, en un tramo de la Cañada Real Conquense.
Jorge Escudero

Ismael Martínez, pastor de Guadalaviar y presidente de la Mesta de la Sierra de Albarracín celebró ayer su cumpleaños y una vez más lo hizo cruzando con sus 3.000 ovejas la provincia de Cuenca, acompañado de su hermano Vidal y su primo Jorge, compañeros de aventura.


Ismael es uno de los siete ganaderos de la Sierra de Albarracín que este año harán la vereda de la Cañada Real Conquense, también conocida como la de los Chorros o los Serranos. En total, se movilizarán más de 9.000  cabezas de ganado, entre ovejas y vacas, a las que habrá que sumar los animales que harán la trashumancia en camiones que, por un coste medio de mil euros, transportan cerca de 360 ovejas.


«De la sierra salimos ganaderos, de Guadalaviar, Griegos, Frías de Albarracín y Terriente, pero en total hacemos la trashumancia más de 40 pastores de Teruel y provincias limítrofes que nos desplazamos hacia el sur en busca de pastos», matiza Ismael Martínez, ganadero cuyo destino es Vilches, en la provincia de Jaén.


Él y su hermano emprendieron el camino el martes, 1 de noviembre, como llevan haciéndolo desde hace 40 años, cuando acompañaban a su padre y a su abuelo, que ya eran trashumantes. Durante 24 intensos días recorrerán parte de España, a una media de 20 y 24 kilómetros diarios, y además de controlar el ganado tendrán que hacer frente a otras ‘piedras del camino’. 


«Las vías pecuarias no están en buen estado y aunque se han recuperado algunos tramos, con el ganado tenemos que atravesar vías de tren, carreteras nacionales, alguna autovía y rotondas situadas en la mitad de núcleos de población importantes», señala Martínez, quien insiste en que «las normativas vigentes no apuestan por la trashumancia, sino que creen en un sistema intensivo de producción en el que para ellos las ovejas son como conejos».


Para él y el resto de los pastores que hacen el camino, la trashumancia se ha convertido en una forma de vida, que implica también a la familia. De hecho, en Guadalaviar un tercio de la población, más de 60 personas, se movilizan desde septiembre a junio hacia las tierras del sur.


«El pueblo se queda triste y da pena ver como se marchan nuestras familias. Antes se hacía el camino todos juntos, pero ahora, por motivos de escolarización, mujeres y chicos, este año seis, se van antes, en septiembre, y vuelven en junio», aclara Humi Martínez, guía del Museo de la Trashumancia de Guadalaviar.


Esta actividad también se asienta en una sólida base ecológica que tiene muy presentes el aprovechamiento de los pastizales que existen a lo largo y ancho del camino. «Los animales que hacen la trashumancia disfrutan de dos primaveras, la turolense y la andaluza,  y eso repercute mucho  la calidad de su carne», afirma Martínez.


En este camino, desde hace unos años, Ismael y su hermano reciben la visita de estudiantes de la Facultad de Veterinaria de Zaragoza que, por grupos que se van turnando, les ayudan a realizar las tareas diarias, como montar las tiendas, colocar los cercados o ayudar con los animales.


Otras veces también les acompañan personas anónimas, procedentes de rincones del planeta tan alejados com Japón o Alemania.  Y, en otras ocasiones, en la vereda han contado con la compañía de personas famosas, «como un cantante que sale mucho por televisión y que durante dos años ha hecho el camino con nosotros», concluye Ismael.Inalterables al paso del tiempo

Campanera es una oveja trashumante que desde hace unos años vive permanentemente en el Museo de la Trashumancia de Guadalaviar (www.museodelatrashumancia.com), donde se encarga de ‘contarles’ a los visitantes que acuden a la actividad ‘Nos vamos de vereda’ todos los secretos de esta actividad. Para ello, van a una granja, ordeñan cabras, van al bosque para verlas pastorear, disfrutan de una comida pastoril en el monte o participan en un taller de lana. Esta es una de las actividades más novedosas de un museo que fue inaugurado en 2001 y que se divide en tres plantas. Allí, a través de objetos y audiovisuales, «se transmiten emociones y sensaciones », matiza Humi Martínez, trashumante durante años y actual guía de un museo que forma parte de la Red Europea de Museos Pastoriles.


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