Testigos de la última glaciación

La palabra ibón es un término aragonés con el que se nombra a un lago de alta montaña, de origen glaciar. Todos los ibones que existen ahora en los Pirineos nacieron hace unos 10.000 millones de años, cuando se retiraron los hielos tras la última glaciación y quedaron esas masas de agua en las cubetas formadas por la propia presión de los hielos anteriores sobre la roca. En la evolución lógica de un ibón está su muerte, cuando la acumulación de sedimentos acabe llenando la cubeta (lo que se conoce como colmatación) y se forme una turbera o una pradera. Ya hay praderas que eran antiguos ibones y se encharcan solo en primavera.


«El ibón de Escalar apenas tiene medio metro de profundidad en algunas zonas; en dos siglos estará colmatado», explica Alfonso Pardo. A otros como Cregüeña, al que se supone un fondo de cien metros, le quedan tantos años por delante que seguramente antes se producirá una nueva glaciación. Al fin y al cabo, según los ciclos del planeta ya va con retraso.

Hasta que ocurra, se podrá seguir investigando las variaciones climáticas de los últimos millones de años gracias a los sedimentos de los ibones.


«Extraemos testigos de 50 cms que los investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología cortan en láminas muy finas y, a través del polen, pequeños crustáceos, etc…, llegan a conocer la flora existente alrededor del lago y pueden realizar una reconstrucción paleoclimática», dice Pardo.



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