El difícil paso de volver a la libertad

«Este proyecto comenzó recogiendo cadáveres», afirma Gerardo Báguena, de FCQ, quien ya participó en cría de Silvano. «En las necropsias de los pollos muertos, los veterinarios nos decían: 'Dos días antes, se habría salvado'», recuerda. Rescatado el embrión del nido, se traslada en una incubadora portátil al centro de cría, donde se realiza una ovoscopia que determinará su estado de salud. La incubación dura 56 días.


«Eclosionado el huevo, la primera semana el pollo está ciego, no ve quien lo cuida; pasado ese tiempo lo atendemos con un señuelo, una marioneta de quebrantahuesos : lo alimenta, juega con él... lo que haría su padre», explica Báguena. A los 35-40 días, «el pollo tiene capacidad de termorregulación, sabe comer solo... y lo llevamos al 'haking' del Ordesa, que está frente a un comedero de quebrantahuesos ; al verlos aprende, por imitación, cómo son las relaciones entre ellos», continúa.


A los 90 días llega el momento crucial: que el pollo se integre en el medio natural que le corresponde. «Es delicado porque lo que tiene en su ADN es que un adulto vendrá a alimentarlo, así que los primeros días estamos pendientes de dejarle comida sin que nos vea, y tenerlo a resguardo de predadores», explica Báguena.


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