CALENDARIO DE LA NATURALEZA

Bosques de otoño: espectáculo de colores

Hemos querido elegir diez bosques distintos de Aragón, una decena de destinos donde las hayas, los robles, los álamos y otras especies de árboles nos harán sentir a lo largo de estas venideras semanas que el otoño ya está aquí, y que ha entrado con fuerza en el paisaje desplegando toda su gama de colores. Les presentamos una propuesta de diez bosques para contemplar en silencio, pasear, conocer mejor, fotografiar¿ e incluso pintar al óleo.

Imagen otoñal del bosque del Betato
Imagen otoñal del bosque del Betato
E. VIÑUALES

Prepárense. A partir de ahora mismo empieza el espectáculo de color en muchos de los bosques de Aragón. La llegada de las lluvias y la bajada de las temperaturas de estos últimos días, augura la inminente entrada del otoño en el paisaje forestal a lo largo de varias semanas. Comienza el momento del gran cambio de tonalidades, el viraje del verde a los amarillos, ocres y rojos… sorprendentes pinceladas de tonos cálidos para anunciar que los meses fríos del año están a la vuelta de la esquina.


Los bosques, árboles y arbustos caducifolios son los grandes protagonistas naturales de estas fechas de octubre y noviembre. Se trata de formaciones homogéneas o mixtas de bosques templados de robles, quejigos, arces, hayas, álamos, olmos, fresnos, tilos, serbales, avellanos, abedules, cerezos... Lugares cambiantes, frondosos, húmedos, hermosos, tranquilos y cubiertos por una alfombra multicolor de mullida hojarasca donde viven numerosas criaturas.


Los botánicos estudian el por qué de esta sinfonía cromática de los árboles de hoja decidua o caediza: los días más cortos y las temperaturas más bajas conllevan la falta de aporte de agua a las hojas. El coste de mantener el follaje es mucho mayor que los beneficios que aporta la fotosíntesis. La clorofila comienza a degradarse, el color verde va desapareciendo y toman el relevo otros pigmentos, azúcares y metabolitos atrapados en las hojas como los carotenoides y xantofilas –responsables de los tonos amarillos y naranjas- o las antocianinas –que aportan tonos rojos y púrpuras-.


El otoño entra en su apogeo. Hagan sitio en sus agendas para esta cita maravillosa de los bosques a la que los amantes de la naturaleza aragonesa no deberíamos dejar de asistir, una fiesta espontánea, la de los árboles caducifolios y su maravilloso caleidoscopio de encendidos colores.



DIEZ BOSQUES DE ARAGÓN DONDE VIVIR Y SENTIR LA OTOÑADA

1.- Bosque de Labati.

En el valle pirenaico de Aragüés del Puerto, dentro del Parque Natural de Los Valles, se extiende este magnífico bosque mixto donde a los abundantes pinos silvestres y negros le van salpicando manchas multicolores de hayas, arces, serbales y avellanos. Entre las bordas de Labati y los prados de Lizara merece la pena buscar los caminos y sendas que se adentran en el corazón forestal de parajes como los Corralones, Turnolo, Tremuito o Cucuruzuelo.


2.- Valle de Ordesa.

Si el valle del río Arazas es un destino turístico de primer orden en los meses de verano, más aún lo debería de ser en estas semanas de otoño, cuando el llamado Bosque de Hayas de Ordesa arde en una sinfonía de color con tonos rojos, dorados y amarillos al pie de las grandes paredes calizas. La mejor opción otoñal es, en esta ocasión, la opción más clásica: seguir el camino del fondo del valle, al menos hasta lo alto de las Gradas de Soaso.

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3.- Cerezos silvestres de San Mamés.

El entorno de los pueblos pirenaicos del valle de Chistau muestra un paisaje en mosaico, domesticado por el hombre, pero tremendamente natural. Por encima de San Juan de Plan, en las inmediaciones de las bordas y la ermita de San Mamés, aparecen numerosas fajas de hierba, prados de siega… y, en el linde de las fincas, bellos bosquetes de fresnos, avellanos, tremoletas y abedules. Pero aquí, en el otoño son los rojos cerezos silvestres los árboles más llamativos.


4.- Abedulares del valle de Benasque.

Los abedules, tan propios del norte de Europa, viran a un intenso color amarillo en el valle de Benasque, en las selvas de Eriste o en las laderas que se yerguen sobre los pueblos de Sahún y Chía. Aquí, llamados “bedules” o “albares”, aparecen ocupando canales de aludes, suelos pedregosos, laderas pendientes y terrenos encharcados. A veces su tonalidad contrasta fotogénicamente con la de los cercanos abetos y pinos negros. La falsa oronja es una seta de cuento que crece a sus pies.


5.- Hayedo de Luesia.

Los hayedos son los bosques caducifolios que mejor atienden al estereotipo de selvas frescas y lluviosas tan propias del Cantábrico. Abundantes en el Pirineo Occidental son cada vez más raros conforme se desciende hacia el sur. Por eso el bosque de hayas de La Artica de Luesia se convierte en un rincón de gran interés biogeográfico, un lugar con un microclima especial donde uno puede llegar a sentirse dentro de un rincón mágico, casi de cuento, avanzadilla meridional de la humedad, las nubes y las nieblas en la sierra de Santo Domingo.


6.- Cara norte del Moncayo.

Por su altitud y aislamiento el Moncayo es una montaña que tiene el don de interceptar las borrascas y nubes cargadas de humedad procedentes del Atlántico. La cara norte de este monte zaragozano, más umbría y protegida del sol, cuenta con un bosque de hayas muy singulares, creciendo entre los 1.200 y 1.650 metros de altitud sobre el nivel del mar. Desde la Fuente del Sacristán una pista peatonal se adentra en el bonito hayedo de Peña Roya, camino del barranco de Castilla.


7.- Sotos del Ebro.

Desde Novillas hasta Fayón, el río Ebro se pasea vestido de bosques de ribera o de galería en uno de los territorios más secos de toda la Península Ibérica. Se crea así un contraste magnífico. Y es en estos “sotos”, algunos con auténtico aspecto de espesas selvas, donde crecen sauces, tamarices, fresnos, álamos y chopos que tardíamente perderán su follaje ya a las puertas del invierno. Por su nivel de protección hay que destacar los bosques de Rincón Falso, de Benedicto, de Nis, de la Mejana y del Francés, incluidos dentro de la Reserva Natural de los Sotos Galachos del Ebro.


8.- Chopos cabeceros del Jiloca.

Muy pronto la melancolía amarilla se adueñará de los viejos bosques de ribera de chopo cabecero o trasmocho de la comarca de Jiloca. Al color de la otoñada se le une el aliciente de poder encontrarse con la vida que puebla, siempre discreta, estas formaciones de gran valor etnológico unidas al trazado de los ríos Alfambra, Pancrudo o Jiloca. Las setas de chopo despuntan ya en la oquedad de algunos de estos venerables ancianos.


9.- Aceredas de Gúdar.

Perderse por las sendas, pistas y caminos de la Sierra de Gúdar nos permitirá descubrir en estas fechas que estos montes turolenses de carácter mediterráneo no son únicamente feudo de los pinos. Avellanos, acebos, mostajos, temblones y algunos tilos enriquecen aquellos rincones y barrancos con un microclima especial. Muy cerca de pueblos como Mosqueruela, Mora de Rubielos, Linares u Olba uno delatará a lo lejos, por su color de fuego, las manchas de los bellos bosques de arce granadino o “aceredas”.


10.- Pinares de rodeno.

El otoño llega donde menos se le espera. Será una sorpresa para muchos ir a ver y sentir el colorido propio de esta estación a un bosque tan verde y en apariencia tan uniforme como lo es el pinar de resinero o rodeno de la Sierra de Albarracín. Es ahora mejor que nunca cuando se descubre que al manto de coníferas le acompañan otros arbolillos de hoja caediza como el chopo, el álamo temblón, el endrino, el serbal de cazadores… e incluso el arce de Montpellier que crece en el Cerro de las Esmeraldas.


PARA SABER MÁS: 

'Los bosques de Aragón'.

Libro de gran formato, ilustrado con bellas imágenes a color, que recoge la gran diversidad forestal de esta tierra, con 27 agrupaciones autóctonas diferentes, y donde se describe el valor natural de más de 160 parajes boscosos de la Red Natural de Aragón ideales para conocer en otoño. Un trabajo colectivo en el que han participado más de cincuenta naturalistas, agentes de protección de la naturaleza, ingenieros de montes y admiradores de los bosques. Editado por Prames y el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón. Zaragoza, 2009. 264 págs