6ª Corrida de Abono de la Feria del Pilar

Fandiño, arreando hasta el último día

Todo o casi todo le sale bien al torero de Orduña en el remate de una temporada casi redonda. Notables la seguridad y el sentido del toreo con dos gaviras inmensos.

La corrida Goyesca del día 9 de Octubre
Fandiño, arreando hasta el último día
EFE

Zaragoza. 6ª del abono del Pilar. Corrida goyesca. 3.000 espectadores. Veraniego, templado.


Seis toros de Gavira. Corrida de gran cuajo, bien hecha, armada, hermosa. De desigual condición. El sexto, de muy buen son. Buenos primeros y tercero. El cuarto se vino al cuerpo. Segundo y quinto, que se violentaron, no fueron sencillos.


Curro Díaz, de blanco y negro, saludos en los dos. Morenito de Aranda, de turquí y negro, silencio y saludos tras un aviso. Iván Fandiño, de blanco y negro, saludos y una oreja.


Grande, cuajada y carnosa la corrida de Gavira. Porte naviero, toros como buques. Bien armada, puesta y, sin embargo, no escandalosa: gruesas mazorcas, las puntas en su sitio, pero no apareció el toro disparatado. Un sexto de más de 600 kilos salió bueno, fijo y repetidor. Cara molicie: no sería sencillo poner en movimiento tanto volumen. Se llamaba Carabinero. Hubo dentro de la corrida otro Carabinero, cuarto de la tarde, cinqueño, casi tan frondoso como el hermosísimo sexto, pero, pura contradicción, este otro salió rana: buscón y revoltoso, se vino al cuerpo y no a engaño.


No hay corrida de Gavira que no tenga su apetito o su dilema. Ésta de Zaragoza fue bastante pareja. Hermanos los seis toros. No podían disimularlo. Un punto acochinado un primero noble de verdad pero con ganas de rajarse, y, si no es por lo fino que anduvo Curro Díaz para tenerlo fuera de las rayas, se va con pacífico paso a tablas. Siendo bueno, esperó en banderillas. No le daría la gana.


El segundo fue de rama y talante diferentes: descolgó de salida y se empleó -bellos lances de Morenito de Aranda-, y atacó codicioso en un desafiante quite de Fandiño de frente por detrás. Guerrero y pronto en banderillas, fue de mutante son y no para bien: se acostó por las dos manos. Y no solo acostarse, sino meterse, que es como dicen los toreros del toro que se echa encima cuando parece estar debajo. Cortos viajes y, a mitad de ellos, se subía a las barbas. Como si embistiera solo medio toro. No metía los riñones. Curro Díaz estuvo muy torero con el bondadoso primero, Morenito, firme y seguro con el peleón segundo.


Y, luego, soltaron un tercero llamado Arregladito. Tan serio como cualquiera de los otros cinco. Buen tranco, ritmo pesante: ni el toro velocista a lo Domecq ni el fondista a lo Atanasio. Fue toro a menos. Muy presente Fandiño, cuyo nombre era el runrún de las gradas. Venía a Zaragoza a confirmar un secreto a voces: ha subido este año de categoría. Un ascenso al estado mayor del escalafón. Consagrado como torero de todas las ferias.


Lo vio claro como casi siempre el torero de Orduña: encajado con el capote en lances paralelos, arrogante en una faena abierta con cite de largo, que tal vez convino más al torero que al toro, y dos nuevas aventuras seguidas en el toreo a la distancia, jaleadas, pero de eco decreciente. Le empezó a costar al toro todo un poco, se revolvió por la mano izquierda, terminó por pararse y hasta se puso mirón. Alardes y voces de Fandiño. Fue faena chillada y firme. Un pinchazo, una estocada atravesada, un descabello. La distinción del torero en racha. Le salió todo, no se le fue un pie, todas las cartas en la mano o la manga. Cierta monotonía.


El primero de los dos Carabineros le pegó un pisotón y un acosón -juntas las dos cosas- a Curro Díaz al comienzo de un trabajo que no tuvo más solución que la de esgrimir los ataques del toro al bulto. Una estocada. `¡Qué fácil el torero de Linares! La experiencia. Sabrosa sencillez, naturalidad. El quinto fue toro cabezón, no pudo con el caballo, Martín Soto le puso dos pares buenos de los que no se ven y Morenito le consintió no poco, se ajustó mucho y arriesgó, no se desanimó cuando el toro renegó revoltoso y solo pasó que la faena pecó de larga y que, al ganar metraje, perdió lo que mejor tenía: su emoción. Una estocada caída.


El toro de la jota -esa jota que casi nadie palmea a compás- fue el Carabinero bueno, Fandiño le pegó dos largas cambiadas de rodillas en tablas algo chuscas, hizo un quite por delantales de buen ritmo, brindó a sus dos compañeros de terna y, claras las ideas, se abrió una faena de casi coser y cantar: una tanda de banderas logradas, dos de lindo compás con la diestra -cinco y el de pecho, y seis, si se lo hubiera propuesto-, un par de pausas y paseos deportivos, una serie trabajosa a pies juntos con la izquierda pero con el toro engañado y, en fin, música y jaleo, una discutible tanda de molinetes y solo molinetes y una estocada atravesada que hizo guardia al toro. Si rueda el toro, dos orejas. Pero no rodó. Solo una.