​Talavante termina de reventar la feria

El extremeño abrió la Puerta Grande de la Miisericordia por tercera vez en la feria.

Talavante, en la Misericordia.
​Talavante termina de reventar la feria
A. Navarro

Tarde de toreros con mayúsculas. De esos que no pierden el tiempo con alardes de otra cosa que no sea el concepto de pureza y de firmeza. De los que no se conforman con el aplauso del reconocimiento al espectáculo sin profesión.


La tarde arrancó con un Domecq muy justito de fuerza al que Ponce extrajo a regañadientes algún que otro depurado muletazo con la derecha. Cuando intentó hacerle entrar en la izquierda se revolvió peligrosamente y ya no repitió el valenciano. La predisposición para otro rato. Estoconazo y a otra cosa.


Con el segundo sí estuvo a gusto. Le encontró el sitio y las cualidades como para echar el resto hacia el trofeo. Se acercó y correspondió las desclasadas embestidas de su enemigo, que acusó falta de bravura y derrochó un fondo que el valenciano aprovechó para alargar la faena hasta escuchar el aviso. No quería marchar de Zaragoza sin oreja y la encontró valiéndose de un toreo serio, elegante y personal. También de nombre, de Ponce.


Una tanda de capa necesitó Diego Urdiales para justificar su tardano anuncio en el Pilar. Se puso a la verónica con el primero de su lote encandilando a un público sabedor de la clase que atesora un diestro que no torea tanto como merece. Demostró torerío, firmeza y temple, sobre todo mucho temple. Inacabables naturales los del de Arnedo, que le valieron una más que merecida oreja.


Quiso que el segundo fuese partícipe de un triunfo importante, pero no lo logró. Evidenció las cualidades del torero que es y nunca perdió el sitio ante un animal que, sin llegar a ser completamente desclasado, no transmitió ni humilló suficientemente.


Talavante se valió de su mano izquierda para terminar de reventar la feria. Vio desde el inicio que el brillante ejemplar de Domecq entraba por su pitón izquierdo y formó el lio absoluto. Con la mano que a punto estuvo de apartarle de un ciclo que le hubiese extrañado abusivamente. Naturales larguísimos. Lances de torero de poder.


Al su segundo Domecq salió con la gloria por delante. Sabiéndose digno de salir a hombros sin necesidad de fabricar una reconocida segunda labor. Pero no por ello dejó de arrimarse ni, mucho menos, de torear. Cada uno a lo suyo, y si la izquierda era la mano escogida para la ocasión, pues adelante. Si los médicos necesitan algún parte más para confirmar su alta, que se vean el vídeo de la corrida. El extremeño trató de engrandecer la tarde con su concepto, algo que nada le hubiese importado a una ilusionada y expectante Misericorida, pero no pudo ser.


Confeccionó lances sinceros y por abajo. Trató de engrandecer a un toro sin demasiada clase y que no quiso ser sometido a la estilizada muleta de un diestro que día tras día confirma que su capacidad de invención traspasa las barreras de cualquier entendimiento de la tauromaquia. Hay tiempo para todo. Para lo de antes y lo de este tiempo, que celebra tener un maestro tan especial.